Por Esteban Abarzúa
Marcus Garvey es uno de los héroes que el ex futbolista francés Lilian Thuram trata con mayor enjundia en “Mis estrellas negras”, el libro que escribió en 2012 para rescatar la historia de sus antepasados desde la australopiteca africana Lucy, que vivió y murió hace 3,2 millones de años en el norte de Etiopía, hasta Barack Obama, el cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos de América cuyo padre nació en Kenya. “En Marcus Garvey el siglo xxi estaba en germen. Nos enseña que, si queremos tener éxito, primero hay que estar orgulloso de uno mismo. Por eso llamé Marcus a mi hijo mayor”, sostiene el zaguero de Francia que ganó la Copa del Mundo en 1998.
Marcus Thuram nació en agosto de 1997 y es futbolista como su padre, pero juega de delantero, actualmente en Borussia Mönchengladbah, donde ya ha anotado diez goles en la vigente temporada de la Bundesliga, los dos últimos este 31 de mayo frente a Union Berlin. En el primero de sus festejos, si es posible llamarlo así, tras anotar de cabeza en el minuto 41 Thuram hijo echó al piso su rodilla izquierda durante unos segundos, cabizbajo y, sin embargo, responsable de su gesto. Seis días antes en Minneapolis, Estados Unidos, un afroamericano de 46 años llamado George Floyd fue asesinado por un policía blanco que lo asfixió al aplastarle el cuello contra el pavimento con su rodilla izquierda, durante 8 minutos y 46 segundos, luego de que la vendedora de una tienda de alimentos lo acusara de pagar con un billete falso de 20 dólares. I can´t breathe, no puedo respirar, las últimas palabras de Floyd muriendo entre las garras de su asesino, es también el lema de la protesta que remeció a todo el planeta. Además de Marcus Thuram, el marroquí Achraf Hakimi y el inglés Jadon Sancho se manifestaron contra el racismo y el crimen de Floyd en el fútbol alemán.
Marcus Garvey, según Lilian Thuram, creía que la condición negra no debía pensarse solamente en el espacio de lo nacional. Incluso, como una de las voces más influyentes del panafricanismo, proponía la utopía del regreso a casa, a la madre África. La descolonización del espíritu, en cualquier caso, sería la clave para forjar una nueva negritud. “Los negros del mundo entero tienen que practicar una fe, la de la confianza en sí mismos”, afirmaba.
Marcus Thuram recién está empezando a escribir su historia, pero mientras eso ocurre puede honrar la de su padre, un defensor nacido en el día de Año Nuevo de 1972 en Guadalupe, un pequeño archipiélago de las Antillas en el Caribe. Su mamá, sola, lo llevó junto a sus cuatro hermanos a París, que ella insistía en llamar Paradis, aunque ya al llegar, con 9 años, el pequeño Lilian empezó a notar que aquel paraíso estaba más lejos de lo que pensaba, el día en que le hablaron por primera vez sobre la esclavitud en la escuela, sin que el resto de sus compañeros se inmutara. Era el único negro del salón. En el fútbol, sin embargo, se encontró con otros como él: muchos árabes y africanos ansiosos de jugar algún día con la camiseta nacional de Francia.
Marcus Garvey nació en Jamaica, no muy lejos de Guadalupe, y en la parte más alta de sus ideales se declaró a sí mismo como Presidente Provisional de África, mientras seguía trabajando por la causa. Lilian Thuram tiene 48 años y es garveyista. “El alma negra, el pueblo negro, el pensamiento negro, no existen, como no existen el alma blanca, el pueblo blanco o el pensamiento blanco. Todo eso es sólo un juego de construcción. El negro no es más que el blanco, el blanco no es más que el negro, no hay misión negra, no hay fardo blanco, ni ética negra, ni inteligencia blanca. No hay historia negra ni historia blanca. Debemos revisar todo el pasado del mundo para comprendernos mejor y preparar el futuro de nuestros hijos”, afirma en las primeras líneas de “Mes etoiles noires”, donde uno también puede encontrarse con la Carta de Manden, que se convirtió en la constitución del imperio de Malí tras ser cantada en el año de 1222 durante la coronación de Sundyata Keita. “Toda vida es una vida. Es cierto que una vida aparece en la existencia antes que otra vida, pero una vida no es más antigua, más respetable que otra vida, al igual que una vida no es superior a otra vida. Los cazadores declaran: siendo toda vida una vida, cualquier daño causado a una vida exige reparación. Por consiguiente, que nadie la tome gratuitamente con su vecino, que nadie perjudique a su prójimo, que nadie martirice a su semejante”, advierte el comienzo de la canción de los cazadores, cinco siglos antes de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre.
Marcus Thuram también podría ser un nombre en el libro de Lilian Thuram, después de Martin Luther King, Malcom X, un boxeador panameño conocido como la Libélula Negra, Rosa Parks y un pigmeo del Congo Belga llamado Ota Benga que fue exhibido en un zoológico humano a comienzos del siglo veinte, igual que Wathio de Canala, el abuelo del futbolista Christian Karembeu, compañero de Thuram entre los campeones mundiales de 1998. En Estados Unidos, un jugador de la NFL empezó a echar su rodilla derecha a tierra durante el himno de su país antes de los partidos de la temporada de 2016. Su nombre: Colin Kaepernick. Proscrito desde entonces, Kaepernick volvió a levantar la voz tras la muerte de Floyd: “Cuando la civilidad lleva a la muerte, la revolución es la única reacción lógica. Su violencia trajo esta resistencia. Tenemos derecho a luchar”. Sobre Marcus Mosiah Garvey se han publicado varios libros, pero él escribió el suyo en 1927: “La tragedia de la injusticia blanca”.