La necesidad del click en estos días es avasallante para el periodismo. Algunos medios incluso se financian directamente a través de las lectorías netas según los avisos que Google despliega en sus páginas, pero al final del día todos, unos más, otros menos, dependen de cierta cantidad de visitas. El periodismo de calidad se juega la vida en esa contienda, evidentemente desigual, y el caso del futbolista Jordhy Thompson (19 años) es uno de los ejemplos más complicados desde que se viera envuelto en un juicio por violencia de género en contra de su pareja este año. Por ser una figura pública, como jugador de Colo Colo, la tentación de llevar el detalle de sus eventuales indisciplinas o los enredos de su vida personal es permanente. Pero hay que separar aguas entre lo publicable y el morbo, por un lado; y lo derechamente impublicable por el otro.
Los límites parecen cada día menos claros, ya que las redes sociales se encargan día a día de propinarle duras derrotas al periodismo en la difusión de todo tipo de contenidos. Las redes no tienen filtro; el periodismo sí. Parece una desventaja, pero bien mirado el problema puede ser lo contrario. Se pueden ganar muchos likes o visualizaciones alertando al resto de la comunidad, por ejemplo, sobre la última actividad de Thompson en su tóxica relación con una pareja que ya lo denunció dos veces en tribunales por episodios de violencia. ¿Se puede llevar esto a los medios de comunicación? ¿Sólo es noticia de portales de Internet, en principio menos rigurosos en el día a día por su naturaleza? ¿Es necesario publicar la foto en que aparecen juntos? Son preguntas que al parecer pocos se hacen, mientras nos deleitan con la divulgación de contenido personal expuesto por los propios protagonistas en sus redes sociales.
El problema informativo del caso Thompson es que hay un juicio de por medio, incluida una orden de alejamiento, y su pareja todavía figura en el caso como víctima de violencia de género. Por ley, no deberían aparecer imágenes suyas en los medios, tampoco su nombre, incluso si ella misma fomenta una relación que el propio entrenador de Colo Colo, Gustavo Quinteros, definió como “enfermiza”. Es cierto, pero sigue siendo un caso delicado que proyecta una mala imagen al resto de la sociedad, trivializando el relato de maltratadores y mujeres maltratadas. Algunos de estos casos tienen consecuencias fatales. El periodista jamás debe perder de vista los aspectos éticos de su profesión. Aunque se pierdan muchos clicks de lectores compulsivos en el camino. Las audiencias más fieles en el tiempo se construyen de otra forma, con información real que le permita a un medio diferenciarse de las redes. Ser mejor en el intento.