Cuando Juan Carlos nació, la enfermera le dijo a su padre que había tenido un monstruo. Esa es una de las mayores trampas de la artrogriposis congénita que lo afecta desde entonces: las articulaciones vienen torcidas, rígidas, en una posición similar a la del feto en condiciones normales. Muchos padres se enteran recién en el parto de las malas noticias.
Pero no hacen falta más detalles: Juan Carlos aceptó apenas pudo tomar conciencia, y para el resto de su vida, que sería una persona en busca de una meta, acaso la felicidad. Como cualquiera.
A su padre lo primero que le dijo fue que quería ser futbolista, cuando tenía 8 años, a fines de la década de los ochenta. Una especie de provocación que en el fondo pretendía remecer a los suyos, acerca de sus propios sueños, en un país que sólo hablaba de las capacidades diferentes cuando había que juntar dinero para la Teletón. Juan Carlos Garrido Acevedo quería ir más allá, ser deportista y representar a su país. Acaba de ganar, con 43 años, su tercera medalla de oro en los Juegos Parapanamericanos de Santiago 2023.
Por supuesto, hay días en que la vida te dice que no. Hay otros que te dicen que no, a veces demasiados lo hacen incluso sin darse cuenta siquiera, con ese silencio que pesa más que una queja, y no queda más alternativa que rebelarse. O, mejor dicho, seguir intentándolo, que es una forma de rebelarse. Juan Carlos no podía lavar un plato en su casa porque no lo dejaban, porque era hombre y porque no podía caminar.
Él entendía que así no llegaría lejos. A los 15 años empezó a jugar básquetbol adaptado y a los 18 se metió al levantamiento de pesas, la disciplina que terminó de cambiar su historia. Salir de casa solo en silla de ruedas al principio fue un enorme desafío: las micros amarillas de Santiago no estaban preparadas, se cayó varias veces, pero salió adelante porque le gustaba. Se casó, se fue a vivir a Antofagasta, tuvo una hija que se llama Ivanna, se puso a trabajar en una constructora, de soldador, de gásfiter, de mueblista.
Al entrar en las pesas el entrenador también los trataba de monstruos, sin darse cuenta en ese momento del dolor atávico que arrastra el término para quienes sólo tienen un punto de partida distinto al nuestro. Una palabra dura para ellos que empezó a gustarle a Juan Carlos cuando levantaba más peso que en su intento anterior. Lo alentó a seguir convirtiéndose en el monstruo de las pesas que se volvió de oro en Toronto 2015, Lima 2019 y Santiago 2023. Un monstruo porque es un campeón que está aquí para demostrarnos a todos que el deporte adaptado sólo es otro tipo de deporte de alto rendimiento y el que gana también les gana a otros que llegaron al mismo lugar con las mismas dificultades a cuestas. Es la magia que tiene el deporte a todo nivel: ganarle a un igual y ganar contra uno mismo, porque ningún triunfo se regala y las derrotas no duelen menos. No cualquiera levanta el mundo solo con sus brazos, el mundo lo levanta el que puede.
Publicado originalmente en Lun.com
Foto de Pepe Alvujar /Santiago 2023 vía Photosport