La despedida de Santiago 2023 nos va a dejar un sentimiento extraño que seguramente durará muchos años: se llama nostalgia y tiene que ver con los buenos recuerdos. Por fin, después de tantos intentos fallidos en décadas, Chile le demostró al resto de América, y especialmente a sí mismo, que puede ser un país jugado en el deporte. Ahora empieza el legado de los Juegos Panamericanos y los Parapanamericanos: el relato de una fiesta en la que los triunfos y las derrotas, pero sobre t odo el esfuerzo, alimentan un deseo de unidad que persiste a pesar de todas las diferencias.
Incluso podemos hablar de una secuencia casi perfecta que pasó del alto rendimiento al alto rendimiento con capacidades especiales. Algunos hablaron erróneamente en los últimos días del Team Para Chile, como si fuera un equipo distinto al Team Chile, sin entender desde el espíritu, tampoco desde el lenguaje, que Martina Weil, las hermanas Abraham, Juan Carlos Garrido y Francisco Cayulef son parte del mismo equipo.
Los Juegos Paralímpicos son otros Juegos Olímpicos. Y el prefijo “para” se refiere precisamente a su carácter alternativo. En ambos casos, sin embargo, los nuestros que compiten ahí representan al mismo Chile con igual devoción. Un Para Chile sería otro Chile. La aclaración podría pasar como una mera exageración de carácter lingüístico, pero la competencia por las medallas ayuda a encapsular esa mirada indulgente que persiste todavía en torno al deporte adaptado. Sus campeones no son menos campeones que nadie y tienen que lograr muchos triunfos, a veces durante toda una vida, para llegar a ser los mejores en la cancha, la pista o la piscina. No son para campeones.
Cuando se mete al agua, Vicente Almonacid aún es una persona a la cual le falta un brazo por una enfermedad que no le da tregua, pero principalmente es un competidor durísimo que jamás dará una carrera por perdida, porque sabe que en los carriles contiguos hay rivales en la misma condición que también debieron vencer a la autocompasión y la lástima ajena para superar sus propios límites. Por eso Almonacid ganó su oro, en un duelo para el que se preparó dejando los mejores años de su vida en el camino. Alberto Abarza agregó cinco medallas a su biografía, ninguna dorada esta vez porque además lucha contra un síndrome que progresivamente atrofia sus músculos y cada podio es una hazaña.
Hay una larga lista de enfermedades y obstáculos que los héroes parapanamericanos de Chile, y de América, podían poner encima de la mesa para discutir sus derechos en una sociedad que todavía les debe demasiado en espacios de inclusión. Podríamos hablar de eso también, pero hoy hablamos de la belleza con que el deporte empareja la cancha para todos los que poseen el suficiente coraje de medir sus sueños con otros.
Julio Martínez enunció un punto de partida en su discurso para la primera Teletón de 1978: “¿Saben que hay en cada niño que sonríe? Un canto a la vida, un canto a la dicha, un canto al amor”. Ahora pasamos de la solidaridad a la admiración. Los niños crecieron y ganaron medallas que no les regaló nadie.

Publicado originalmente en Lun.com

Comparte

Por eabarzua

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *