En menos de un año, las redes sociales de su barra despiden con honores a tres miembros de uno de los piños cuyo nombre hoy está ligado a la denominada guerra de los lienzos entre hinchas de Universidad de Chile y Colo Colo. En las fotos no se ven mayores de 25 años, pero ya están muertos.
La primera conclusión que uno saca de todo eso es que la expectativa de vida disminuye automáticamente apenas se integran a un piño: la posibilidad de morir joven es real, cercana, casi inevitable. Su presencia en la sociedad de la que son parte es incómoda, para la mayoría es un alivio que desaparezcan de una u otra manera. Sólo dejan huella de su existencia en sus familias y entre sus pares, a lo más en algún lienzo que lucirá sus rostros durante algún tiempo en el estadio. Ese lienzo que fácilmente impide ver los partidos desde los primeros mil asientos en la galería.
El piño es una unidad territorial desagregada de la barra, que por su parte también incorpora otras organizaciones menos visibles con fines sociales y que, de hecho, no se llaman piños. El piño es el grupo que controla un barrio para defender, en principio, los colores de su equipo. Y varios piños componen los grupos de choque de la barra, pero, a diferencia del barrismo de las décadas precedentes, ya no hay liderazgos centrales, de modo que ni siquiera existe la opción de negociar treguas. Cada piño se manda solo, con cabecillas propios y soldados dispuestos a librar una guerra de piños para pasarle bala a la contra, como ellos llaman a sus clásicos rivales, o contra piños del mismo color en pugna por espacios dentro del estadio o territorios en las poblaciones.
Un piño de la Garra Blanca se adjudicó en 2020 un lienzo de un piño de Los de Abajo. He ahí el origen de una guerra que va de represalia en represalia y de rescate en rescate, de ida y vuelta, cobrando vidas de uno y otro lado que para ellos valen menos que el trapo que los convoca, incluyendo la propia. Parece una cuestión de honor, pero es otra cosa. La tela por la que pelean es un elemento simbólico en una guerra que no tiene nada de tribal. El lienzo se vuelve un pretexto para hacer demostraciones de poder de fuego, para ostentar territorios y disuadir a las policías de meterse con ellos. Como las mafias.
*Publicado originalmente en Las Últimas Noticias.