Por Martí Perarnau

Capítulo 5 (extracto)

Momento 57

El 2-3-3-2 contra el United

Múnich, 8 de abril de 2014

 

«Ahora ya está todo en sus manos, ya es cosa de ellos. Les he dado todas las herramientas tácticas que
he sabido. Ahora les toca a ellos. Mañana ni siquiera haremos charla previa al partido. Ya no la
necesitan porque lo saben todo. En el vestuario les saludaré y les daré un abrazo. Ahora es su hora.»
Ha terminado el último entrenamiento antes del enfrentamiento con el Manchester United. Dentro
de veinticuatro horas, el Allianz Arena vivirá otra gran noche europea: la vuelta de cuartos de final de la
Champions contra el equipo de Wayne Rooney. Durante dos días, Pep ha presentado a sus jugadores el
plan con que pretende batir al histórico rival inglés. Centrado en la defensa del título de campeón de
Europa, Guardiola ha cumplido a rajatabla el propósito que se había planteado: despreciar los récords.

Aunque él y Domènec Torrent habían hablado de ello muchas veces, no era seguro que el entrenador
aplicaría en el campo lo que habían decidido en los despachos. Pero lo hizo, aunque eso significó
empatar contra el Hoffenheim y perder en Augsburg. Una vez conquistada la Bundesliga, la aparcó por
completo y volcó todos los esfuerzos del equipo en la Champions. Recibió varias críticas por ello. Se le
reprochaba que había adulterado la liga al presentar una menor oposición una vez conquistado el título.
«Lo comprendo —me confesó dos días antes del partido de vuelta contra el United, el lunes por la
mañana—, pero ya hemos ganado el título y mi obligación es pensar en la Champions».

Algunos periódicos también fueron duros con Pep e incluso aventuraron que había puesto en riesgo
una hipotética repetición del triplete (algo que nadie había conseguido jamás en la historia del fútbol).
En el caso de los periódicos, a Pep no le molestó este espíritu crítico: «La crítica es buena —me dijo,
tajante— y es necesaria en un gran club. La gente quizá piensa que me molestan las críticas, pero no es
así. La crítica es lo que hace que no te duermas. Por eso yo también soy crítico con mis jugadores y
conmigo mismo».

Para el partido de Augsburg del sábado anterior, Pep dejó en casa a tres hombres clave, Lahm,
Ribéry y Robben, y el domingo les dio descanso a todos. Los quería frescos para el lunes porque la
semana empezó con doble sesión de trabajo. Era imprescindible disponer del tiempo y la frescura
mental necesarios para transmitir el plan.

El plan de juego no era precisamente cualquier cosa. Pep, Torrent, Planchart y los restantes analistas
habían radiografiado al Manchester United por todas las vertientes posibles. El análisis, que había sido
exhaustivo, concluyó con la propuesta del entrenador. A las nueve de la mañana del lunes, el plan y la
alineación del miércoles ya estaban decididos. Pep dedicó la mañana y la tarde a explicarlos a los
jugadores. Primero revisaron las acciones a balón parado del equipo inglés. En ataque y en defensa. En
vídeo y en el campo. El entrenador insistió en un punto: en Old Trafford, el Manchester solo había
tenido dos ocasiones de auténtico peligro, la del gol de Vidić a saque de esquina y el mano a mano de
Welbeck con Neuer. El objetivo quedó fijado desde primera hora: defenderse mejor en las acciones a
balón parado y conceder aún menos ocasiones de peligro que en la ida.

El lunes, la plantilla ya intuyó quiénes serían los once elegidos. Las ausencias por sanción de Javi
Martínez y Schweinsteiger y por lesión de Thiago (que seguía en Barcelona, tratándose de la rodilla con
factores de crecimiento en la clínica del doctor Cugat), reducían mucho las posibilidades. Pero lo que no
imaginaban los jugadores era la propuesta concreta de juego que les explicó Pep el martes, después de
comer. «Nos colocaremos en un 2-3-3-2», les dijo el entrenador.

A los jugadores les gustó. A continuación anunció la alineación. Jugarían Neuer; Boateng, Dante;
Lahm, Kroos, Alaba; Robben, Götze, Ribéry; Müller y Mandžukić. No solo les dio el once titular, sino
la especial manera de situarse que había pensado, con la formación de cuatro líneas bien diferenciadas.
Dado que era previsible que durante el 75% del tiempo el equipo estuviera atacando en campo
contrario, el entrenador quería que la línea defensiva la formaran únicamente los dos centrales y que los
dos laterales se situaran en el centro del campo junto a Kroos. Habló con Lahm, el capitán, y le detalló
lo que esperaba de él. Aunque pudiera parecerlo por la alineación, no quería que jugase como lateral,
sino como centrocampista, en una línea de tres junto a Kroos y Alaba. Además, dado que Kroos tiene
tendencia a irse a la izquierda, Lahm acabaría desplazándose al eje central, como auténtico mediocentro,
y Alaba un poco más arriba y a la izquierda. Por supuesto, en fase defensiva, los dos laterales tenían que
ubicarse en su posición ordinaria, formando una línea de cuatro defensas.

Por delante de los tres centrocampistas iba a estar Mario Götze con total libertad de movimientos.
En la fase de construcción de juego, Götze debía ser la punta superior de un rombo; en la finalización
tenía que ser un delantero más dentro del área. Era el hombre clave junto con Lahm, Kroos y Alaba: Pep
iba a juntar en el centro del campo a los jugadores más fiables en el pase.

Robben y Ribéry tenían que jugar muy abiertos en las bandas. Desde la línea central hacia arriba,
todo el espacio exterior iba a ser para ambos: «Arjen y Franck: tendréis que jugar de extremos-laterales.
Tendréis que bajar al medio del campo a recoger el balón y subirlo por la banda. Mañana será
responsabilidad absoluta vuestra porque los laterales jugarán como centrocampistas».

Horas más tarde, Pep me confesaría lo siguiente: «Nunca he jugado así, con los extremos haciendo
de laterales. Ni en los días más atrevidos del Barça. Esto también será nuevo para mí, pero lo veo claro.
Y lo harán bien. Lo veo en los ojos de Arjen y Franck: se huele y lo noto en la actitud de ambos. Y otro
que lo hará bien es Müller: se le nota…».

Müller iba a estar en primera línea de ataque, junto a Mandžukić. Dos delanteros centro que debían
colocarse entre los centrales y los laterales del Manchester. Era una idea que Pep había explicado
muchas veces en las conversaciones con el cuerpo técnico: «Dos fijan a cuatro. Dos delanteros han de
fijar a cuatro defensas. Müller y Mandžukić tienen que ocuparse de toda la defensa del United. Que sean
cuatro defensas para vigilar a dos delanteros porque así Franck y Arjen recibirán el balón con mucha
más libertad». El sacrificado era Rafinha, que no iba a ser titular justamente el día en que Luiz Felipe
Scolari, seleccionador de Brasil, presenciaría el partido, al igual que Carlos Parreira, su ayudante y
exseleccionador.

Por vez primera en la temporada, Pep anuncia la alineación titular a sus hombres el día antes del
partido. En el entrenamiento se practica todo lo explicado en la charla, por supuesto. Con peto verde, los
titulares forman en un 2-3-3-2 mientras Pizarro imita los movimientos de Rooney y Javi Martínez y Van
Buyten copian el papel de Vidić y Ferdinand. En el campo número 1, convenientemente cerrado y lejos
de la mirada de curiosos, Pep explica una y otra vez los movimientos. El balón llega limpiamente a
Ribéry o Robben, muy abiertos en las bandas, mientras Mandžukić y Müller fijan a los cuatro defensas
rivales. Si los extremos solo tienen un vigilante deben atacar a fondo. Si son marcados por dos rivales
deben retrasar la pelota al centrocampista más cercano, es decir, Alaba o Lahm, que buscarán la
asociación por dentro con Götze y los dos delanteros.

Tras cada explicación de Pep, los jugadores repiten las acciones a toda velocidad, encerrando al
imaginario Manchester en su área. El entrenador cree que el United saldrá al Allianz Arena con
intención de jugar totalmente encerrado, esperando la oportunidad para lanzar un contragolpe a partir de Rooney. Por esta razón quiere tener a Lahm y Alaba muy próximos a Kroos en el centro del campo.
La tarde sigue con repeticiones de movimientos y para cada circunstancia el entrenador sugiere una
variante. Un miembro del cuerpo técnico lo resume gráficamente: «Les ha explicado todo lo que un
entrenador puede explicar. Conocen todas las lecciones y se las saben. Solo hay que ejecutarlas».
Unos juegos de posición cierran la sesión aunque Pep impide que Robben los practique porque el
día antes ha recibido un golpe en el pie y no quiere correr riesgos: el equipo ya tiene bastantes
problemas. La semana anterior se había lesionado de gravedad Tom Starke, el portero suplente, y
tampoco puede contar con Thiago ni Shaqiri, lesionado en Augsburg, ni con los sancionados
Schweinsteiger y Martínez: «Es una lástima no poder tener a Thiago en el banquillo. En caso de apuro
nos podría dar una solución».

Hay nervios, sin duda.

«Tengo el estómago cerrado —decía Estiarte—. Ante partidos de este tipo no puedo comer nada
desde el día anterior. Hemos trabajado todo el año para momentos como este».
Manuel Neuer comparte las sensaciones: «Que llegue mañana… Porque el día del partido siempre es
mejor que el día anterior. Te concentras en el hotel y pronto te ves sentado en el autobús, llegas al
campo, vas a calentar y a jugar. Pero el día anterior se hace largo, largo…». Neuer sustituye a Robben en
los juegos de posición. Como siempre en el día previo a un partido de la Champions, Lorenzo
Buenaventura ordena dos repeticiones de cinco minutos en lugar de las tres habituales: lo hace para no
fatigar a los jugadores en exceso por si al día siguiente tienen que disputar una prórroga. El ejercicio es
brillante y concluye con un grito inhabitual en Pep: «¡Se acabó! ¡¡Si mañana jugamos así pasamos a
semifinales!!». Neuer había dado un recital con el pie, de modo que resulta inevitable compartir con Pep
la broma que había surgido en Twitter unos días antes en la que Neuer le había pedido al entrenador un
puesto en el centro del campo dadas las bajas de Thiago, Schweinsteiger y Javi: «Ja, ja, ja —ríe Pep—.
No lo descartes, no lo descartes… Manu es capaz de todo».

Cuando ya no queda nadie en los campos de entrenamiento le pregunto si también él está nervioso:
«Sí, pero no demasiado. Si hacemos bien esto del 2-3-3-2, ganaremos. Hemos de marcar en las
segundas jugadas. ¿Recuerdas lo que te expliqué en agosto sobre el Barça-Chelsea de 2012? Pues
hemos de hacer lo que aquel día no conseguí con el Barça: buscar el rebote y la segunda jugada. Estos
saben hacerlo y ya saben todo lo que necesitaban saber. No les voy a dar ninguna charla mañana. Ya lo
saben todo. Solo han de salir con valentía y jugar como saben. Si hacen eso, seguro que pasaremos». Es
la hora de los jugadores.

Pocas veces he visto a Pep tan convencido.

 

Momento 58

Ponme mucha pimienta…

Múnich, 9 de abril de 2014

 

Para comprender a Guardiola en su dimensión de entrenador volcado en el fútbol es relevante ver lo
que sucede en su despacho del Allianz Arena a las 23.15 horas del miércoles 9 de abril. Hace cuarenta y
cinco minutos que el Bayern ha alcanzado las semifinales de la Champions League por cuarta vez en
cinco años; es la quinta vez que el propio Guardiola lo consigue en cinco temporadas. El éxito es
enorme y la euforia recorre el estadio: jugadores, aficionados, dirigentes… Todos manifiestan una
inmensa alegría. Guardiola especialmente. Se ha abrazado a todos sus jugadores en el vestuario, ha
conversado ya con Uli Hoeness, que ha bajado a felicitarlo, y se dispone a acudir a la rueda de prensa
oficial, pero antes tiene un gesto inesperado en alguien que acaba de ganar un partido tan importante.

En mitad del rugido de euforia que inunda el vestuario, le pide a Manel Estiarte que concierte una cita
urgente con una persona que está de visita en el Allianz Arena.

Dos minutos más tarde, Pep se encierra en su despacho con esta persona y durante un cuarto de hora
ambos analizan los puntos clave del juego de uno de los tres posibles rivales de semifinales… Antes de
saborear el éxito quiere preparar ya el siguiente combate y si puede tener información de primera mano,
mejor. Todavía no ha tenido tiempo de celebrarlo, ni de brindar con la familia, ni de sentir íntimamente
el sabor del triunfo, ni siquiera de compartir su opinión con la prensa, y ya está recogiendo información
detallada de uno de los potenciales contrincantes. Este es el auténtico Pep: incapaz de paladear
plenamente el éxito porque ya está pensando en el siguiente paso.

No ha sido una victoria sencilla, precisamente, aunque el partido se ha desarrollado como pretendía
Pep: el Bayern ha planteado un 2-3-3-2, con los laterales en el centro del campo y Toni Kroos como
mediocentro, vigilando a Rooney. Con el balón en su poder, el equipo de Múnich ha controlado todo el
primer tiempo, en el que ha rematado trece veces, por una sola el United, que, sin embargo, ha cerrado
muy bien su portería. En el descanso, el análisis del cuerpo técnico muniqués ha sido precisamente este:
el equipo dominaba, pero no conseguía encontrar espacios libres para sentenciar el partido.

Con el marcador a cero, al descanso el Bayern estaba clasificado para semifinales y, como ha sido
norma toda la temporada, cada vez que las cosas son favorables el equipo de Pep se ha dejado ir, tanto
en la Champions contra el City como en la liga frente al Gladbach o el Hoffenheim. Es la misma
sensación de superioridad que ha manifestado frente al United, cuando ese 0-0 bastaba para pasar a
semifinales y el equipo se limitaba a mantener el control. Pep ha agitado los brazos una y otra vez,
reclamando más intensidad, más empuje, más profundidad a sus jugadores, pero la reacción solo ha
llegado tras recibir un puñetazo en toda la mandíbula, en forma de un disparo formidable que el francés
Evra ha alojado en la portería de Neuer. Entonces sí, todo ha temblado porque en ese preciso instante,
minuto 56 de partido, el Bayern estaba eliminado.

Y entonces los jugadores han espabilado. ¡Vaya si lo han hecho! Solo han transcurrido 69 segundos
hasta que Ribéry y Götze han provocado el desequilibrio en la banda izquierda, mientras Müller ha
arrastrado fuera de su zona a los centrales del United y ha facilitado que Mandžukić cabeceara a gol con
la tenue oposición de Evra. En este punto, Pep ha modificado su plan, introduciendo a Rafinha por
Götze en el equipo y situando a Lahm y Kroos como doble pivote. En poco más de 10 minutos, un
Bayern desenfrenado ha superado por completo al United, con goles de Müller y Robben, y se ha
podido ver a Pep girándose hacia la afición pidiendo una ovación para los jugadores.

Ya es medianoche cuando por fin puede acudir al restaurante de los jugadores, abrazarse a sus tres
hijos y besar prolongadamente a su esposa. Tiene un hambre voraz, como cualquier día de partido dado
que es incapaz de probar bocado durante el día. Sencillamente, no come. Por esa razón, siempre cena el
doble. Hoy elige su especialidad preferida, el salmón marinado, y en cuanto termina el plato se levanta a
por otra ración. «Ponme mucha pimienta», le dice al cocinero del Players Lounge. Y en vez de la
acostumbrada copa de champán pide dos: «No, mejor trae cuatro copas. O la botella entera».

Es el Pep más bromista y liberado. El de después de los partidos. Pero la de hoy es una noche muy
especial: ha llegado a su quinta semifinal de la Champions. Cinco de cinco. Nunca se ha quedado en el
peldaño anterior. La cena se convierte en un repaso pormenorizado del partido: los aciertos y los
errores, los jugadores excelentes y también aquellos que han estado un punto por debajo de lo esperado:
«Arjen está monstruoso. Monstruoso. Y Rafinha ha sido tremendo. Salir tan enchufado del banquillo es
de tío brillante. Y Kroos. Tremendo Toni. Hace un año jugaba de mediapunta y hoy ha secado a Rooney,
¡a Rooney!, jugando de mediocentro defensivo. Uf, estoy orgulloso de mis jugadores». Le comento las
dificultades para romper la defensa inglesa: «Claro, qué te creías… Son muy buenos. A mi me ha
gustado nuestro 2-3-3-2, pero nos ha costado encontrar espacios por donde colarnos. En la primera parte solo los hemos conseguido gracias a Robben. En la segunda ya los hemos encontrado por todas partes».

También le digo que hasta el gol de Evra para el Manchester, los jugadores del Bayern parecían jugar
con el freno de mano puesto: «Es verdad, es verdad, y no sé la razón. Lo hemos hablado luego con
Lahm y tampoco tiene respuesta. A veces ocurren estas cosas y no hay una explicación clara…«.
Pep está en modo «torrente de ideas«. Analiza el juego desarrollado por el equipo y, en paralelo, ya
describe cómo enfrentarse a cualquiera de los tres rivales. Él prefiere que el sorteo le empareje con el
Atlético de Madrid. ¿Y si llegaras a la final? «Si llegas, da igual. Ojalá lleguemos. Sobre todo por
Thiago…».

Bastante entrada la madrugada, Pep abandonará el estadio con su hija Valentina dormida en brazos.
Al entrenador le costará conciliar el sueño, pero a las 8.30 horas del día siguiente ya estará en el
despacho, empezando a revisar al próximo rival en la liga, nada menos que el Borussia Dortmund. El
entrenamiento general en el campo número 2 será relajado y alegre, pero en un momento dado Pep
cortará todas las bromas. La sesión es abierta al público, aunque quienes jugaron contra el United se han
ido lejos de la gente, hasta el campo número 1, y practican allí unos rondos de entretenimiento. En uno
de ellos, Dante es objeto de un caño y todos gritan, bromean y ríen. El jolgorio es tan monumental que
Pep, irritado por la escandalera que se organiza, acude de inmediato, ordena seriedad y respeto por los
aficionados que llenan Säbener Strasse. Los titulares harán la parte final de la sesión, consistente en una
docena de series de sesenta metros suaves, delante del público y en silencio.

*Del libro «Herr Pep», de Martí Perarnau.

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