Elías Figueroa Brander (1946) fue elegido tres veces consecutivas el mejor futbolista de América entre 1974 y 1976, cuando el premio era entregado por el diario “El Mundo” de Venezuela. Pese a su posición en la cancha, como zaguero central, fue reconocido internacionalmente con la camisetas de algunos de los mejores equipos sudamericanos de la época, además de sus presentaciones con la Roja de Chile en tres copas del mundo. Fue campeón y el mejor del año en Uruguay y en Brasil. También en Chile, por supuesto, y en 1999, ya retirado, la Federación Internacional de Historia y Estadísticas del Fútbol lo mencionó cuatro veces en su ranking del siglo XX: mejor futbolista chileno, mejor defensa de Sudamérica, octavo mejor jugador de Sudamérica y trigesimoséptimo mejor futbolista del mundo. Más arriba o más abajo, su nombre apareció en todas las votaciones sobre los mejores del siglo que se fue porque era realmente bueno. Lo respetaba Pelé, pero también otros cracks con los que alcanzó a coincidir.

Se podría escribir un libro que incluyera todos los elogios hacia su persona, sus logros deportivos y su estilo de juego. En los últimos años, sin embargo, se ha intentado instalar una serie fabulosa de supuestas verdades sobre su figura que no tiene mayor sustento en la realidad, basadas en dichos o afirmaciones incomprobables, cuando no en exageraciones que surgen de evidencia circunstancial. Es una práctica bien conocida en la historiografía, casi tan antigua como la historia misma, y se llama revisionismo, que básicamente consiste en reinterpretar los hechos del pasado desde una mirada posterior que busca mejorar la posición de quien pretende reescribir la historia. El revisionismo, por supuesto, siempre tiene un fin y en este caso es más o menos claro: la reivindicación de Don Elías en el debate reciente que surgió tras los logros de la Generación Dorada, cuyos títulos ahora también postulan a Alexis Sánchez y Arturo Vidal como posibles mejores futbolistas chilenos de la historia. Es normal que ocurra: el hallazgo de información aparentemente nueva que permita hacer frente a los abundantes datos del presente.

Así es como funciona: como regla general, la mayor parte de esta “nueva evidencia” que aparentemente respalda la posición revisionista figura en publicaciones de los últimos años, no más allá de una década, que presenta como ciertas algunas teorías sin agotar el tema ni presentar pruebas contundentes. La maquinaria de Internet agrega lo que falta, con investigaciones “serias” que se apoyan libremente en una hipótesis original incomprobable. A veces, y sólo a veces, se hace con la mejor de las intenciones.

Así como la historia política de un país está en permanente asedio por el revisionismo, en otras áreas de la cultura se hace incluso más fácil establecer una nueva verdad. En el caso del fútbol chileno hay varias novedades sobre el pasado con un origen reciente. Un ejemplo: la campaña de Colo-Colo en 1973 retrasó el Golpe de Estado. Otro: el siniestro plan de la dictadura de Pinochet para despojar a la U del sueño de su estadio en el Parque Araucano.  Historias nuevas del pasado sostenidas por ideas actuales acerca de cómo debió ser efectivamente la historia, traídas a nosotros con argumentos laterales y pruebas que no concluyen nada. Construcciones narrativas que suenan bien porque además tienden a almibarar el pensamiento de grupos importantes o numerosos, con pretensiones románticas o sobre una nueva épica para retratar un pasado sombrío.

En el caso de Elías Figueroa el intento de hacerlo más competitivo frente a la popularidad vigente de Alexis Sánchez y Arturo Vidal instaló la leyenda de la admiración casi ilimitada de las grandes figuras de su época, especialmente en la comparación con el astro alemán Franz Beckenbauer. Aparte de algunas palabras de buena crianza, intercambio de elogios y reconocimiento explícito del defensor chileno como uno de los mejores defensores de todos los tiempos, se le achaca a Beckenbauer una frase cuya lógica no se puede interpretar fuera de un contexto íntimo de conversación con algún interlocutor chileno. “Yo era el Elías Figueroa de Europa”, se supone que es lo que dijo Beckenbauer. No hay registro gráfico de esta afirmación. Tampoco un audio. Quienes la dan como cierta para ayudarnos a redimensionar a Figueroa,  como un crack más grande incluso de lo que sabemos de él, ni siquiera aclaran de dónde viene la frase.

No se trata de poner todo en duda, por cierto. Beckenbauer atendió gentilmente el llamado del periodista Nelson Osses, a través de Ricardo Figueroa, hijo del ídolo, para acceder a la redacción de un prólogo en el libro “Don Elías”, publicado a comienzos de 2023 por editorial Planeta. En un artículo de La Tercera, hace unos días con ocasión de la muerte de Beckenbauer, Osses admite que la frase le fue mencionada a Beckenbauer durante el contacto, pero éste no la confirmó. El genio alemán abundó, por supuesto, en elogios surtidos para el histórico capitán de la Roja. Elogios más que merecidos, sin duda alguna, pero la frase no está respaldada formalmente por el supuesto autor.

 

Todavía es posible que la dijera en un contexto más informal, claro. Como en una conversación espontánea con el propio Elías Figueroa en sus permanentes encuentros para actividades promocionales de la FIFA, acompañada de una sonrisa y un palmoteo en la espalda para hacer sentir bien al interlocutor, en cuyo caso la frase quedaría fundamentalmente como anécdota de una charla intrascendente entre dos cracks del fútbol mundial y, en consecuencia, no tendría el lugar central entre los reconocimientos hacia Figueroa instalados últimamente. Tener bien ganado el respeto o incluso la admiración de Beckenbauer, o de otros similares, por sí mismo representa un logro importante. Tratar de posicionarlo como un igual, y fijar esa paridad en boca del propio Beckenbauer, es una manifestación de audacia que no le hace justicia al mismísimo Elías Figueroa. No lo necesita.

Algo parecido ocurre con el deseo de que se nacionalizara para jugar por la selección de Brasil a mediados de los 70. Una historia que surge de un recorte de un diario brasileño de la época pero a partir de ahí vuelve a filtrarse sin mayores antecedentes como una verdad absoluta a través de la oralidad. A diferencia de la frase apócrifa de Beckenbauer, la eventual nacionalización de Figueroa parte de algo concreto. “Um sonho de Zagalo”, dice el recorte de un diario brasileño que circula en las redes sociales. También podría ser de una revista. Un sueño de Zagallo, sí. Figueroa aparece con la camiseta de Brasil, presumiblemente facilitada por un tercero para darle énfasis al mensaje. El problema es que no se aporta la fecha ni el nombre de la publicación. ¿El diario Zero Hora de Porto Alegre? ¿La revista Placar? Nada sabemos. La imagen tiene una lectura a pie que tampoco agrega más información: “Depois do treino de ontem, Figueroa fez questão de vestir a camiseta da CBD. PAGINA 19”.  Después del entrenamiento de ayer, Figueroa hizo el punto de vestir la camiseta de la Confederación Brasileña de Deportes. La CBD, previa a la CBF como rectora del fútbol en Brasil. La información (se supone) se entrega en la página 19 de la publicación. Lamentablemente, la dichosa página 19, que aclararía de qué se trata, no está a la mano. Los investigadores de la biografía de Figueroa no tuvieron la suerte de acceder a ese detalle, hoy tan destacado por su entorno. No la encontraron, no la buscaron, da lo mismo. Los métodos de la historiografía sugieren viajar a Brasil y hacer un barrido de los principales medios periodísticos de la época, día por día, año por año, hasta dar con las certezas. Ya sea para confirmar que el defensor chileno efectivamente alcanzó a estar en la mira del Scratch bajo la conducción de Mario Zagallo o para aclarar que en realidad se trató apenas de una clásica maniobra periodística para jugar con la imaginación de los hinchas. ¿Qué pasaría si Elías Figueroa fuera brasileño? Soñemos. Los medios deportivos acostumbran a presentar como información este tipo de especulaciones. No sería raro en este caso.

El contexto le añade nuevos obstáculos a la eventual nacionalización para jugar en el Brasil de Zagallo, quien dejó sus funciones como seleccionador nacional en julio de 1974, después del Mundial de Alemania. En la práctica, el recorte que hace mención al sueño de Zagalo debería haber sido publicado antes de la Copa del Mundo. En un breve lapso de dos años y medio, desde el debut de Elías Figueroa en Internacional de Porto Alegre el 1 de diciembre de 1971. Suena fuerte que un jugador extranjero recién llegado fuera considerado como seleccionable por los vigentes campeones mundiales del fútbol, teniendo que apelar además a la urgencia de una nacionalización express, al no contar con los requisitos legales de permanencia en el país para realizar el trámite de manera regular. Habría sido un escándalo nacional en Brasil, un país que, de hecho, nunca ha recurrido a jugadores extranjeros nacionalizados en su selección y que siempre, hasta el día de hoy, fue dirigida por entrenadores brasileños. Los defensores centrales de Brasil en el Mundial de 1974 fueron Marinho Peres y Luis Pereira. Peres era el capitán de la selección y después del cuarto lugar en Alemania fue contratado por Barcelona de España. Pereira, expulsado en el partido contra Holanda, llegó al Mundial como bicampeón del Brasileirao con Palmeiras y en 1975 también viajó a España para defender a Atlético de Madrid. Después del Mundial se instaló el comentario de que su defensa había sido un desastre debido a sus derrotas ante Holanda y Polonia, pero las credenciales previas de su dupla de centrales eran intachables. Figueroa ya era reconocido en Porto Alegre a esa altura, pero sólo ostentaba los títulos estaduales del Campeonato Gaúcho en 1972 y 1973. Su fama en Brasil creció tras Alemania 1974, donde fue considerado en el equipo ideal del torneo, y eso le dio el impulso para ganar el premio al mejor futbolista de América en 1974, 1975 y 1976.

No calzan las fechas ni las necesidades de Zagallo para competir en el Mundial de 1974. Tampoco las cuestiones legales relacionadas con un proceso de nacionalización tan apurado y potencialmente escandaloso.

En la página 113 de “Simplemente Don Elías”, la biografía escrita por el periodista Juan Rodrigo Araya en 2005, se entregan antecedentes complementarios, principalmente en boca de su hijo Ricardo. Un cheque en blanco que la dirigencia del fútbol brasileño habría extendido para convencerlo de nacionalizarse. “Todos nosotros vimos el cheque en blanco que la Confederación Brasileña de Fútbol le dio a él para que se nacionalizara”, dice Ricardo Figueroa. En la página 83 de “Don Elías” se menciona la foto con la camiseta de Brasil, una petición expresa de Zagallo y el cheque en blanco en la misma secuencia temporal. “Se le ofreció a Figueroa que él indicara la suma de dinero que quería recibir a modo de cheque en blanco, demostrando el genuino interés por parte de la federación brasileña en que esto se hiciera realidad”, escriben los autores del libro.

¿Es posible que algún dirigente en Brasil fantaseara con la nacionalización de Elías Figueroa para jugar por su selección? Difícil, pero es posible. A modo de fantasía o conversación informal, de pasillo o de café, sobre todo en Porto Alegre. ¿Es posible que Mario Zagallo, tricampeón mundial a esa altura como jugador y entrenador, solicitara expresamente al chileno Elías Figueroa para llevarlo al Mundial de 1974 y exponerse a una crítica insospechada, contando en su plantel con centrales como Marinho Peres y Luis Pereira? Eso hay que plantearlo al revés: casi imposible. No hay por dónde. ¿Es posible que después de su gran actuación en el Mundial de 1974 algún dirigente le planteara al menos la pregunta a Elías Figueroa para tentarlo e insinuarle que ganaría mucho dinero al dar ese paso? Es posible y todo apunta a que, efectivamente, después de 1974 alguien se lo comentó a Figueroa como una posibilidad. Si él lo hubiera querido, lo habrían considerado. ¿Pero con dinero encima de la mesa? ¿Dónde quedaría el orgullo brasileño luego de convencer a un extranjero de unirse a su selección por dinero? ¿Quién se atrevería a plantearlo siquiera en Brasil?

No se trata de cuestionar los recuerdos de una figura como Elías Figueroa. Ni los de su familia. Ellos, después de todo, recorrieron el mundo y tuvieron conversaciones de igual a igual con estrellas del fútbol mundial de su misma estatura, en las que seguramente surgieron la camaradería, el elogio mutuo e ideas locas acerca de lo que pudo haber ocurrido, por ejemplo, si Figueroa hubiera sido argentino o brasileño. Todos podemos especular sanamente con esa respuesta: habría tenido la posibilidad de ser campeón mundial, como Franz Beckenbauer. Pero desde la historia, sus triunfos y capacidad en el campo de juego apenas se trata de situaciones externas y triviales que al ser presentadas como hechos centrales de su carrera banalizan la verdadera dimensión de su éxito.

Zagallo, tetracampeón mundial, falleció el 5 de enero de 2024. Beckenbauer, bicampeón mundial, murió dos días después. En todo el mundo recordaron sus historias.
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Por eabarzua

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